Si por abrazarte
niño de trece con nombre de ocho
yo leí tus guerras de muñecos a los seis
y tu debilidad por ese grupo ochentero
y la certeza de que la ternura en los del sexo opuesto
muere justo cuando ellos la quieren ver fenecer;
Me sentí la mano ajena más dulce
de todo el mundo
y por algún motivo inconexo
me desconecté de mi realidad;
Entonces dime
¿por qué no creer en la posibilidad
de tu sol hecho sonrisa y pelota de soccer
de tu única pinta fallida
de tus años más plenos
cuando saltas a la virilidad?
Quisiera ponerte nubes borregos
en tu almohada
las penas se pasan
las alegrías son las únicas pasajeras
que conviene a este tren que se llama vida
invitar.
jueves, 2 de abril de 2009
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