Los hilos de plata no se rompen
acaso se estiran hasta hacerse dúctiles
especie de listón cósmico que une
dos almas, cuatro ojos
cuatro manos y un corazón.
Las llamas verdaderas no se extinguen
acaso se vuelven más grandes
-como eternas-
hasta consumir lo que hay de por medio
para que el Amor Supremo
radique en dos mundos distintos.
Las palabras reales no son las que decimos
son aquellas que provienen
de otro mundo, de otra galaxia, de otro universo
quizá ese inmenso
que habita, curiosamente
dentro de cada corazón.
Aún existe la esperanza
de que este mundo no se extinga
antes de saber
que bien valió la pena vivirlo
sólo por esa extensión de carne
de huesos y de células
que veo al frente mío
y que lo siento dentro de mí.
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