viernes, 20 de junio de 2008

Me encanta ser ciudad

Me encanta caminar por la ciudad
recordar lo que tuve, el tiempo que en suspiro se desvaneció
tratar de materializar ese suspiro para combatir la soledad
de los años inocentes en que el futuro era un absurdo para la edad.

Contemplar el azul del cielo
era casi como al mismo infinito llegar.
El réquiem era por los días aciagos:
un canto a la juventud en ciernes pues la niñez no comprendía
el peso específico de la palabra miedo.

Me encanta vestir de verde el aire otoñal
sentir que Septiembre y Octubre mantienen en secreto
la esperanza de volverse trinar y no hojas amarillas
de un espíritu nostálgico que va directo al umbral
de un ensueño perfecto y a la medida.

Danzar con las gotas de lluvia que limpian mi cara
y me hacen ver que a otros rostros también les da por llover.
De frases ajenas mi filosofía reconstruir
y absorta en una historia plural encomendar mi existir.

Me encanta escuchar el ritmo de mis pasos:
es el único momento que confirma mi estadía en este mundo
dejando rastros de loco, inverosímil, romántico y pasional en su trazo.

Me siento viva y sé como corazón latente
que es una gran responsabilidad hacer caso omiso
al hastío, al sufrimiento enfermizo
de la voz que desea cortar tu vuelo con un “detente”.

De mi paso temporal estoy consciente
las lecciones del pasado tengo presentes:
la mente que inventa lo que no existe no miente.

Me encanta ser ciudad y smog, árbol y flor
percibir mis defectos y a la palabra amor
en cada sonido que escucho, a cada paso que doy.


Escrito el 10 de Junio de 2005

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