martes, 1 de abril de 2008

Oda al Niño

Rostro sabio e inocente
piel que de envidia los duraznos palidecen
manos que al agitarse enriquecen
el luminoso tulipán floreciente.

Eleva tu plegaria al cielo
para que el amor vuelva a mi entorno
pues en tus ojos encuentro consuelo
a la tristeza que con mis pesares contorno.

Llena de luz y muéstrame la alegría
que tu sonrisa logre arrancarme
pues no hay nada más bello que encontrarme
con la pureza que tu alma defiende con valentía.

No hay nada más maravilloso
que entender al Mundo a través de tus andares
pequeños pasos de niño valeroso
cuya única arma para defenderte son tus cantares.

Canta pues, niño mío,
bendición del cielo para sus hombres
la blancura de tu ser al mundo expones
con la sola intención de abrir el camino
al equilibrio, a la vida entera,
valiéndote de tu inocencia.

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